CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN Electricidad, el oxígeno de nuestro cuerpo social
- La Voz de Mi Región..
- 13 jul
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David Chamorro Zarco
Cronista Municipal
Tengo un recuerdo personal de este día, 11 de julio, pues hace exactamente 44 años, mis padres, mi hermana y yo llegamos a vivir a San Lorenzo Tlacualoyan, a una pequeña casa que nos dio en heredad mi abuelo, un hombre llamado Carpóforo, dedicado toda su vida al cultivo de la tierra. Mi padre regresaba a su pueblo de origen, luego de haber permanecido casi treinta años en la Ciudad de México, siendo parte del proceso de migración que se generó entre 1940 y 1960, en términos aproximados.
Naturalmente la casa a dónde llegamos carecía de muchas cosas y servicios, incluyendo la energía eléctrica, por lo que una de las primeras misiones fue gestionar el contrato ante la CFE. No pasaron muchos días antes de que, con un sonoro aplauso y gritos de felicidad, diéramos la bienvenida a la luz, que es como conocemos y nos referimos habitualmente al fluido eléctrico. Esto fue posible gracias a que estaba listo el tendido de las líneas de distribución.
En el mundo occidetal comenzaron a instalarse cables de tendido eléctrico y bombillas de iluminación, a los que nosotros llamamos popularmente focos, hacia las dos últimas décadas del siglo XIX. Para ello, fueron de gran aporte los descubrimientos e inventos de hombres como Nicola Tesla y Tomás Alba Edison. Calles de ciudades como París o Londres comenzaron a lucir por la noche alumbrado eléctrico en las principales calles, en tanto que en el interior de casas aristócratas o palacios, las reuniones y fiestas ahora tenían la presencia de mayor luminosidad. En la Ciudad de México sucedió lo propio, un poco más tarde, ya en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX, bajo el mandato de Don Porfirio Díaz Mori.
La electricidad y el dominio de su flujo de corriente significó un enorme avance para la sociedad. En las comunicaciones, se hizo posible la transmisión de mensajes instantáneos a través del telégrafo, que no son otra cosa que timbrazos eléctricos codificados. Más tarde, la electricidad sería fundamental para alimentar aparatos verdaderamente revolucionarios como los receptores de radio y los fonógrafos o reproductores de discos. Para la industria, la electricidad significó fuerza sin límites para la operación de máquinas y motores que ejecutaban procesos rápidos y precisos, aplicables en todos los campos de la economía.
Gracias a la fuerza y versatilidad de la energía eléctrica, conforme fue avanzando la vigésima centuria, las ciudades y los pueblos, las oficinas y los talleres, las fábricas y los medios de comunicación fueron transformándose en una vorágine de invención y consumo, de confortabilidad y prosperidad
Las ciudades y los pueblos se fueron llenando de altos postes a través de cuya altura se tendrían los cables que conducían el fluido eléctrico de diferente voltaje. Esos mismos postes se fueron coronando con lámparas que por la noche brindaban ya un entorno más seguro y confortable. Las líneas de conducción permitieron la conexión para suministro eléctrico de hogares, talleres, fábricas y oficinas, al punto que hoy la vida es impensable sin electricidad.
En nuestro entorno, en Yauhquemehcan, desde las décadas de 1930 y 1940, comenzaron a verse los beneficios de la electrificación. Aprovechando diversas caídas o flujos de agua, se instalaron pequeñas turbinas que, con la fuerza hidráulica, hacían operar generadores y la energía producida se conducía a través de cableado. Lugares como las cascadas de Atlihuetzian, el Atlixtac o la laguna de Atotonilco en San Benito, sirvieron para este propósito. Empero, la energía producida era poca y conforme se iban conectando los usuarios a lo largo del tendido, la fuerza iba disminuyendo, de suerte que en las últimas casas, una vela iluminaba mejor que un foco.
La llegada formal del flujo eléctrico continuo comenzó a verse a partir de la década de 1960. Poco a poco, gracias a la gestión de las autoridades municipales y del respaldo de los vecinos, los pueblos vieron sus calles y caminos con la presencia de postes de luz. Ya para finales del decenio de 1970 y principios de la década de 1980, el paisaje había cambiado. Esto no quiere decir que desde entonces todo el Municipio de Yauhquemehcan estaba electrificado, pero significa que la presencia de la electricidad era ya un servicio común y constante.
De verdad, los pueblos de este Municipio debemos mucho a los vecinos voluntarios que a lo largo de años estuvieron gestionando ante la CFE la instalación de tendidos eléctricos o su respectiva ampliación.
Tener electricidad significó cambios trascendentales en la vida de los hogares. El solo hecho de contar con licuadoras y sustituir el trabajo diario y manual de la molienda en el metate o en el molcajete, hizo mucho más fácil una parte del trabajo doméstico. Aunque ya existían desde décadas anteriores, a partir de la década de 1990 hubo el poder adquisitivo para poder equipar las casas de nuestras comunidades con refrigeradores, lavadoras y hornos eléctricos o de microondas. Todos estos aparatos, operados a través de la energía eléctrica, trajeron confortabilidad, lo mismo que en el área del entretenimiento con radios, sistemas de sonido, televisores y consolas de videojuegos.
A partir del primer decenio de nuestro actual siglo XXI se fueron adquiriendo computadoras, impresoras y receptores de internet, siendo operado todo con electricidad.
Por eso hoy, cuando tenemos por diversas causas alguna falla en el fluido eléctrico y, cómo decimos nosotros, “se va la luz”, nos genera una catástrofe mayor, pues todo nuestro entorno se ve seriamente afectado.
Hay retos muy grandes en esta materia, por ejemplo, desde el punto de vista estético, procurar la gestión del cableado subterráneo; en lo tocante a nuestros sistemas de extracción y bombeo de agua potable, procurar la instalación de paneles solares y acumuladores para que los costos disminuyan y seamos más amigables con el medio ambiente, y lo mismo en los hogares, el fomento de la instalación de paneles, no solo para ayudar a la economía doméstica, sino para contribuir, aunque sea un poco, con el combate al fenómeno del calentamiento global.
Así que valoremos y cuidemos el fluido eléctrico y aprendamos a utilizar con racionalidad los recursos disponibles, pues las comodidades de que disponemos al solo apretar un botón o mover una perilla, no lo vivieron nuestros antepasados.
¡Caminemos Juntos!
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