CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN En memoria de la Maestra Alicia Pérez Salazar, a cuatro años de su partida
- La Voz de Mi Región..
- 15 jul
- 3 Min. de lectura

David Chamorro Zarco
Cronista Municipal
Contemplo una flor del campo y miro en ella tu rostro, aderezado con bondad provinciana.
Tu voz cantarina me acompaña, con esas palabras de dulce látigo, dedicadas a marcar surcos con mis pasos.
Mi garganta, acostumbrada al grito agreste, se templó con tu mirada atenta desde sínodos incontables.
Regresé siempre a mi casa con la vergüenza de una ignorancia creciente y agobiante para atarme, con cadena voluntaria, a libros sin principio, sin fin, sin cuento.
Fuiste, Maestra Alicia, una extensión de mi madre, un reflejo de mi abuela, una luz deslumbrante que aclaró mi ceguera en ciernes.
Recuerdo a mi corazón, arrodillado, recogiendo todas tus palabras, tus amables regaños, tus insistentes punzones.
Ni reuniendo toda mi escasa valentía, podría igualarte, apoderarme de la calle, hacer historia a ras de suelo, gritar a opresores y a Dios por igual.
Abrazaste a la diosa Toci y eso, para todos los hijos de la vieja Tlaxcala, significó una alianza, magnífica y duradera, con tu vocación de conquistadora de sueños.
Tu bondad alcanzó para cubrir a todos, para incitarnos a la práctica diligente y comprometida de los antiguos guardianes de la palabra creadora y embrujante.
Te reconozco por tus pasos menudos y por tu voz grandiosa, capaz de contagiarme de la necesidad vital e impostergable de ser un poco menos ignorante cada día.
Adivino, en tus metáforas y razones, la sombra y las palabras del indomable Ricardo y del incansable Librado, yendo y viniendo, al tratar de contagiar a los más jóvenes con el fuego sin mácula de una Revolución que se perdió en lontananza.
Intuyo la oratoria de titán del Maestro, cuya sombra te cubrió, fecunda, para que dieras a luz a huestes sin cuento, enamoradas de esa palabra que todo lo consume y todo lo arrastra.
No me canso de admirarte en la Magnolia, de hacer míos los versos hechos para ti, de suscribir todos los días esas Cartas para Alicia…
Nos permitiste sentarnos en la misma mesa, no sólo a compartir el pan, sino a hacer el rito de invocar la sabiduría y el conocimiento, para que, cada vez que abriéramos un libro, te reconociéramos en el signo de la letra.
Bajo tu instrucción y tutela, Maestra Alicia, crecimos las legiones de los quijotes más modestos, de los aprendices de incendiarios, de los perpetuos aspirantes a poetas, oradores y bohemios.
Desde el rincón en que amontono mis palabras, con mi copa y mi lápiz, te evoco, te recuerdo, te agradezco.
Mi admiración para ti, Maestra Alicia, que, sin aspavientos, te convertiste de flor silvestre en ahuehuete gigantesco.
Mi agradecimiento es para ti, Maestra Alicia, que supiste reconocerme entre la muchedumbre de voces y me acogiste a tu lado.
Mi bendición es para ti, Maestra Alicia, que alentaste mi fe desde la duda, que encendiste mi caridad desde el nihilismo, que me diste esperanza desde la oscuridad de la incertidumbre.
Me dolió tu muerte, Maestra Alicia, pero al mismo tiempo sentí gusto porque con ese acto ganaste, completa, la eternidad.
(Estas palabras están dedicadas a la memoria de la Maestra Alicia Pérez Salazar, fallecida hace cuatro años, el 14 de julio de 2021. Ella fue originaria del pueblo de San Felipe Torres Mochas, en el estado de Guanajuato, pero muy joven migró a la Ciudad de México, con la idea de ejercer su profesión de secretaria. Allí conoció y escuchó al Maestro José Muñoz Cota, que es reconocido como el mejor orador que tuvo México durante el siglo XX, además de un formidable poeta y ensayista, y quedó enamorada de él. Sin importar la diferencia de edad, la Maestra Alicia decidió acompañarle, no sólo como su esposa, sino también como compañera de lucha política en un México muy violento, allá, a mediados del siglo pasado. Poco a poco, ella misma fue bebiendo de las mismas fuentes, leyendo los mismos libros, haciendo las mismas reflexiones, y su mente creció súbitamente. Cuando falleció el Maestro Muñoz Cota, el 13 de marso de 1993, la Maestra Alicia pasó a ocupar parte del vacío que dejó el orador y poeta, sobre todo en lo que hacía a la formación de jóvenes en el arte de la elocuencia. Quien esto escribe recibió muchos consejos y orientaciones de la Maestra Alicia Pérez Salazar, de manera que mi generación y muchas otras le consideramos como formadora de decenas de oradores. Ella tuvo mucha cercanía con Tlaxcala, a cuya tierra reconocía como naturalmente fecunda en el campo de la palabra y de la poesía. Fue una mujer autodidacta en un México en que aún las mujeres no podían acceder a muchos lugares de formación y opinión; asimismo, fue una gran líder social y de lucha política, pero, ante todo, con extraordinario amor, entregó parte de su vida a formar nuevas voces y mentes en el campo de la oratoria).
¡Caminemos Juntos!
Comentarios