CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN La leyenda de la creación del quinto sol
- La Voz de Mi Región..

- 20 jun
- 4 Min. de lectura

David Chamorro Zarco
Cronista Municipal
Nuestros antepasados en Mesoamérica forjaron muchas historias, leyendas y narraciones en su conformación de la cosmogonía, esto es, la manera de poder explicarse el universo, los elementos y la presencia misma del ser humano. Una de las más bellas, la de la creación de Quinto Sol, de la que tenemos noticia puntual a través del trabajo de Fray Bernardino de Sahagún y sus informantes y, ya en la época contemporánea, por el trabajo del Padre Ángel María Garibay K., la conocemos con un poco de mejor detalle en su obra «Épica náhuatl, Tres opúsculos del siglo XVI», que fue oportunamente editado por la UNAM.
Dice tal leyenda que el mundo, el sol y el hombre fueron creados por quinta ocasión, luego de que en las cuatro anteriores, fue todo destruido por diferentes catástrofes. Los dioses se reunieron en Teotihuacan a discutir acerca de quién debía inmolarse para poder ser la nueva estrella. De inmediato un dios rico y presuncioso se adelantó al grupo. Era Tecucitécatl, también llamado el dios del caracol; sin embargo, se requería de un segundo candidato y se determinó que fuera un dios pobre y leproso que escuchaba con humildad desde un rincón el bullicio de la asamblea. Llamábase Nanahuatzin o el purulento, y aceptó de buen grado cuando le pidieron ser el segundo postulado.
Se pusieron a hacer penitencia en tanto ardía la hoguera del sacrificio, y el dios rico hacía alarde de sus riquezas, pues tenía todo tipo de objetos preciosos para hacer las libaciones; el dios pobre, en cambio, humildemente se sangraba con espinas de maguey.
Llegado el cuarto día, los dos dioses se presentan a la asamblea reunida frente a la hoguera del sacrificio, ataviados según sus posibilidades. Tecucitécatl todo vestido con finas ropas de plumas de garza y Nanahuatzin apenas con ropas hechas como de papel.
A la hora suprema los dioses se agrupan en filas frente a la hoguera. Los que son candidatos al sacrificio se ponen en medio de las filas, y por orden de importancia es el dios rico el que primero que tiene la oportunidad de arrojarse al gran brasero, sin embargo, ante el embate del fuego siente miedo y retrocede. Así lo intenta cuatro veces, y las mismas cuatro sale huyendo, perdiendo todas sus oportunidades. Es insoportable el calor de la hoguera del sacrificio.
Tocó entonces el turno a Nanahuatzin. Éste, sin pensarlo, cerró los ojos y se lanzó con toda violencia para caer de una vez en el interior de la hoguera. Cuando tal vio el dios rico, sintió tanta vergüenza de su cobardía, que también se arrojó a la hoguera.
Enseguida entró en la hoguera el águila, de donde sacó el color grisáceo de su plumaje; también se lanzó el tigre, pero lo hizo casi cuando la hoguera estaba apagada, por eso sólo quedó manchado de la piel.
El sol salió finalmente por el oriente, pero al poco rato apareció otro astro con el mismo color y resplandor que el primero, de tal suerte que ante la necesidad de apagar uno. Quetzalcóatl tomó a un conejo y con él dio en el rostro de Tecucitécatl, convirtiéndolo en la luna. Sin embargo, ni el sol ni la luna se movían, así que los dioses todos decidieron inmolarse para poder dar vida y movimiento al mundo y a los astros. Ehécatl, que era el dios del viento, sacrificó entonces a todas las deidades; sólo Xólotl, el hermano gemelo de Quetzalcóatl, se negó a morir y empezó a huir para salvar su vida. Primero se convirtió en una caña de maíz doble, pero fue descubierto y tuvo que seguir escapando; luego se transformó en maguey de corazón doble, pero también allí fue encontrado, así que tuvo que emprender su carrera; por último, se refugió en el agua, mudando su condición en ajolote, pero así quedó indefenso y Ehécatl lo mató.
No obstante, el sol y la luna seguían estáticos, de tal suerte que el propio dios del viento tuvo que erguirse y hacer soplar con todas sus fuerzas, hasta que logró mover al astro rey, y desde ese momento el sol y la luna siguen caminos diferentes, pues aquel aparece durante el día y ésta es dueña de la noche.
De esta manera fue creado el quinto sol, al que también se conoce como El Sol en Movimiento, y de conformidad con la opinión de algunos estudiosos, pueblos como el tenochca, justificaban los sacrificios humanos diciendo que si los dioses en un primer momento habían tenido la grandeza de inmolarse para dar vida y movimiento al mundo y a los astros, los seres humanos debían asegurarse de que tal dinámica no se perdiera, ofreciendo sangre y corazones para que la divinidad no detuviera el movimiento del cosmos, y en consecuencia se mantuviera la vida.
Paradójicamente a esta leyenda, la verdad es que, de manera objetiva, estamos muy poco sabedores de la mítica ciudad de Teotihuacan. Le llamamos de esta manera, porque así se referían a ella los nahuatlatos de los siglos XV y XVI, pero, a decir verdad, no sabemos cómo se llamaban a sí mismos, ni qué lengua hablaban, ni muchas otras cosas inherentes a esta ciudad que, al decir de sus vestigios y de las investigaciones fabulosas que están realizando con tecnologías modernas los arqueólogos de nuestros tiempos, cada vez admira más por lo enigmas que a cada paso se descubren.
Lo que sí nos queda en claro es que Teotihuacan fue la ciudad que alcanzó la cumbre del florecimiento cultural mesoamericano, entre los siglos II y VI aproximadamente y que su caída significó el movimiento masivo de la población, la fundación de otros polos de desarrollo y más adelante una reconstitución de la realidad geopolítica de Mesoamérica. Teotihuacan fue contemporánea de muchas ciudades del área maya y hay diferentes evidencias de intercambios culturales que hablan acerca de los movimientos de mercancías, ideas, arte y tecnologías, incluso fuera de nuestra área cultural.
Queda, pues, esta leyenda del quinto sol como una atenta invitación para acercarnos también a la lectura de la gran riqueza que se atesora dentro de la literatura náhuatl y, a pesar de que no tenemos más que lo se pudo rescatar a través de los informantes y los modernos lingüistas y estudiosos del tema, basta para darnos una idea de que nuestros antepasados aseguraron su inmortalidad a través de su palabra viva.
¡Caminemos Juntos!









Comentarios