CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN Nezahualcóyotl, el gran poeta de Mesoamérica
- La Voz de Mi Región..

- 18 jun
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David Chamorro Zarco
Cronista Municipal
Dice la escritura bíblica que Dios se complació tanto en las primeras obras de Salomón como rey de Israel que le prometió cualquier cosa, así fuera fortuna, victorias o gloria. El décimo hijo de David, dando muestras de extraordinaria cordura y prudencia respondió al huésped del arca de la alianza que sólo deseaba una cosa: sabiduría. Dicho de esta manera, podría resultar insensato, sobre todo para los que en nuestro mundo no pueden ver las cosas sin pensar en el monto de los dividendos que pueden obtener, pero, al decir del Todopoderoso de los hebraicos, demostrando la sapiencia, todo lo demás se da por añadidura.
No se piense que el citar los textos sagrados de los antiguos judíos se hace porque nuestra tierra haya estado ayuna de hombres de estas dimensiones. Hoy se invita a la lectura y a la reflexión en torno de este personaje, nacido hace poco más de 420 años, pues sus palabras tienen fuerza y trascendencia, experiencia y dolor, amargura, esperanza y desolación. Así es el coyote hambriento, el heredero del trono de Texcoco, el príncipe perseguido, el poeta extraordinario y el sabio erudito, el gran Nezahualcóyotl.
Creo que podría aventurarse la idea de que ningún hombre de artes y de sapiencia ha alcanzado tanta memoria y renombre como el padre de Nezahualpilli, el abuelo de Cacamatzin y el ascendiente del historiador Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Los poemas que se han conservado de su autoría hasta nuestros días reflejan, además de las características generales de la producción literaria prehispánica, un profundo dolor por la brevedad de la vida, y la inminente preocupación por todo lo humano. Casi al mismo tiempo en que se generaban en Europa las ideas del Renacimiento para hacer que el hombre volviera a ser el centro de la preocupación universal, en las tierras aledañas al lago de Texcoco otro gran humanista exaltaba las virtudes de la amistad y el amor entre los miembros de nuestra especie, aunque hay que apuntar que como todo varón de sentimientos hubo lugar hasta para propiciar una venganza en condiciones inferiores a su calidad de sabio y rey, cosa no extraña entre monarcas, pues el mismo David era cruel y despiadado con sus enemigos y en ocasiones también con sus amigos.
Nacido en 1402, hijo del rey Ixtlilxóchitl, llamado regularmente El Viejo –para no confundirlo con el historiador que nacería, ya mestizo, siglos más tarde-, tuvo por destino ver su vida llena de azares y dificultades. A los dieciséis años, el joven se ve huyendo de las manos del cruel señor de Azcapotzalco y tiene que presenciar, desde la copa de un árbol, el asesinato de su progenitor. Se refugia algún tiempo en las tierras de Tlaxcala, hasta que, pasado el tiempo debido, vuelve a reconquistar el trono que le había usurpado. Más, tratando de aprovechar al máximo este espacio nuestro, no pretendo que nos detengamos en las anécdotas, sino más bien en la trascendencia de un hombre que fue considerado un hombre elevado, culto y sabio aún por sus contemporáneos.
El Maestro Miguel León-Portilla en su famosísima recopilación de quince poetas del mundo náhuatl, habla acertadamente acerca de la trascendencia histórica que tuvo Nezahualcóyotl por alcanzar dimensiones de prominente filósofo que, aún sin contar con los métodos que conocemos de los griegos como la mayéutica, llegó a alturas muy considerables, tanto que se dice que fue uno de los primeros en comenzar a hablar de la presencia inasible, etérea e imposible de ser representada de una fuerza todopoderosa y omnipresente. Esto, desde luego, no quiere decir ni de cerca que el gran coyote hambriento haya preparado el camino para la implantación del cristianismo, sino que, en el flujo normal de la evolución del pensamiento religioso, pudo condensar la idea de la abstracción divina que a otros pueblos ha resultado más largo y penoso.
El Padre Ángel María Garibay K. en su obra magnífica Historia de la Literatura Náhuatl hace un minucioso análisis de las formas de expresión de los antiguos mexicanos, cayendo en la verdad de que los recursos de que echaban mano para engarzar su palabra eran tantos y tan finos que la posibilidad expresiva de la lengua náhuatl se hizo tan grande como la de cualquier idioma clásico de occidente, como el griego y el latín. Refiriéndose a Nezahualcóyotl, Garibay puntualiza la preocupación que, como todos los poetas antiguos, temía el rey poeta por la brevedad de los días del hombre sobre la tierra, y su inevitable paso a la tierra de los descarnados.
Habrá que decir asimismo que el también constructor del acueducto de Chapultepec puso un gran esfuerzo expresivo en el dolor que le causaron algunos acontecimientos particulares, como la muerte de su padre. En el llamado Canto de la huida, Nezahualcóyotl expresa la tristeza que le causa la orfandad y la incertidumbre de ser el heredero de una corona que quizá nunca ceñiría sobre su testa. Como todo poeta lírico, su obra refleja como un espejo límpido el estado de su corazón, y las lamentaciones que vierte recuerdan mucho la calidad y la trascendencia humana de otras obras de diversas culturas antiguas. El coyote hambriento también se recrea en solaz con la primavera, encontrando en la naturaleza y en el respeto con que los humanos deben observarla, un motivo de felicidad.
Anoto, como última referencia a la creación poética, que resalta a todas luces en los poemas del rey de Texcoco un deseo de hermandad y unión entre los seres humanos, ideales universales y que han sido dichos y ostentados a lo largo de todos los siglos, y que desafortunadamente sólo han quedado en lo hueco de las palabras.
Como Salomón o como Sócrates o como los sabios de las regiones antiguas del Indostán, Nezahualcóyotl supo abrevar en su corazón la semilla misma de la inteligencia humana, cultivándola con cariño y perseverancia, sin que esto le impidiera su interés en las cosas públicas. La recuperación del trono significó para este prohombre su inclusión en las altas decisiones políticas de la triple alianza, como lo podemos admirar en las bellas páginas en que lo retrata Antonio Velasco Piña.
Es difícil pensar en sí el rey poeta logró adivinar que veinte años después de su muerte los hombres blancos de oriente verían por ver primera las tierras mesoamericanas. Quizá sus largos paseos por los palacios de Texcoco, al amparo de la soledad de la noche, le hayan rebelado algún misterio que en lo futuro causaría la ruina total del mundo en el que había crecido. Lo que parece innegable es que a pesar de la obsesión de los españoles por querer desaparecer los vestigios de la cultura antigua no pudieron borrar de la memoria un nombre tan ilustre como el de Nezahualcóyotl. El Padre Sahagún, al decir de Garibay, terminó valorando en grado sumo la cultura, la misma que los soldados hispanos se habían empeñado en destruir luego de la caída de la gran México – Tenochtitlan, y que el Fraire franciscano terminó de transvasar lo asentado en el Códice Florentino, preservando un poco de lo que había sido la grandeza de todo un pueblo.
Creo que vale la reflexión postrera de que Nezahualcóyotl es para Mesoamérica lo que Salomón fue para Israel, o lo que Sócrates para Grecia, o lo que Alfonso para España. Fue un hombre de grandeza y de dedicación al estudio y a la meditación. Sus poemas hablan con lengua propia a casi seis siglos de distancia y nos siguen hablando de que el amor al canto de las aves y a las riquezas nunca será superado por el amor al hombre.
¡Caminemos Juntos!









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